René-Nicolas Dufriche (1762-1837), más conocido como Desgenettes, el médico jefe del ejército de Napoleón en Egipto

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Los grandes hombres se distinguen por saber rodearse de los mejores colaboradores. Los mediocres hacen lo contrario. Napoleón Bonaparte era uno de esos grandes hombres, sin duda, como prueba la categoría de sus médicos: tanto la de su médico personal, Corvisart, como la de los jefes de su Sanidad Militar, entre los que se encontraban, por ejemplo, Larrey, Percy o Desgenettes.

Médecin_NICOLAS-RENE_DUFRICHE_DESGENETTES_(1762-1837)
Antoine François Callet (1741-1823). René-Nicolas Dufriche, Baron Desgenettes (1762-1837)
Óleo sobre lienzo. 64 x 53 cm.
Musée National des Cháteaux de Versailles et de Trianon

René-Nicolas Dufriche nació el 23 de mayo de 1762 en Alençon, una ciudad de Normandía, que se encuentra a 180 kilómetros al oeste de París. Desgenettes -como habitualmente se le conocía- proviene de un topónimo «Les Genettes», que era el nombre de unas tierras propiedad de su familia.

Desgenettes estudió Medicina en París. Allí tuvo como primer maestro a Félix Vicq d’Azyr, renombrado anatomista (se le considera el fundador de la Anatomía Comparada), secretario perpetuo de la Société Royale de Médecine, y médico de María Antonieta. Pero el joven Desgenettes fue un antecesor aventajado de los actuales «Erasmus» porque, en 1784, viajó a Londres para recibir las enseñanzas del gran anatomista y cirujano escocés John Hunter. Volvió a París, donde continuó formándose con Desbois de Rochefort y Alexis Boyer, entre otros. Finalmente, marchó a Italia y allí permaneció durante cerca de cuatro años, estudiando en Florencia, Siena, Roma y Nápoles. En 1789, el año que él cumplía los 27, regresó a Francia, a Montpellier, para leer su tesis sobre «La physiologie des vaisseaux lymphatiques«, ocho días antes de que se prendiera la mecha de la Revolución con la Toma de la Bastilla.

Tras pasar un tiempo en Montpellier, en 1791, volvió a París. No eran buenos tiempos para ejercer la profesión en la capital, así que, por consejo de su maestro, Vicq d’Azyr, Desgenettes se alistó en el ejército. Pronto, por su conocimiento del idioma, fue destinado a Italia, donde destacaría tanto como clínico como por sus dotes de organización. Allí en Italia, precisamente, conoció a un joven capitán de artillería llamado Napoleón Bonaparte, que quedó gratamente impresionado por la inteligencia y cultura del médico Desgenettes.

Desgenettes fue ascendiendo rápidamente puestos en el escalafón militar, en reconocimiento a la eficacia con que desempeñaba las misiones que se le encomendaban. Por eso, y por la favorable impresión que le produjo cuando le conoció, no es extraño que Napoleón le nombrara médico jefe de la Expedición a Egipto y Siria, en 1798.

En Egipto, Desgenettes impuso rigurosas medidas higiénicas, a la luz de los conocimientos de la época, para intentar prevenir las enfermedades que afectaban a las tropas: ordenó el baño regular de los soldados, la limpieza de la vestimenta, la desinfección de los locales, el control de los alimentos… Y, a pesar de todo, él y sus médicos tuvieron que combatir contra la viruela, el escorbuto, la fiebre de Damiette, la conjuntivitis aguda, la disentería o la peste. Precisamente, a causa de una epidemia de peste, llegaría a hacerse famoso el enfrentamiento que Desgenettes mantuvo con Napoleón, al que dedicaremos la próxima entrada en el blog.

No estoy capacitado para valorar los resultados de esa campaña desde el punto de vista militar. Sí, para coincidir con el general Franceschi cuando dice:

«Pero lo que distingue a esta operación militar de toda otra, es su dimensión cultural y científica que pocos historiadores ponen de relieve. En efecto, Napoleón insistió ante el Directorio para que la expedición tuviese también como objeto el ‘progreso de las Luces y el desarrollo de las Ciencias y de las Artes’. Se le miró con sorpresa, pero no se estuvo opuesto al designio. Es sin duda este aspecto particular del asunto lo que hizo escribir a Thiers, no obstante poco tierno para con él: ‘En toda su prodigiosa carrera, Napoleón no imaginó nada más grande ni más hermoso’.»(1)

Sin embargo, desde el punto de vista médico, el fruto más importante de aquella aventura napoleónica fue la publicación, en 1802, del libro Histoire Médicale de l’Armée d’Orient, con textos del propio Desgenettes, que fue su director, y de algunos de los médicos que trabajaron a sus órdenes, como Bruant, Carrié, Cérésole, Barbés, Renati, Savaresi, Vautier, Frank o Salze.

Quizás pueda hablar, más adelante de aquella expedición científica a Egipto, o de esa Historia Médica del Ejército de Oriente. Desde luego, habrá que volver a tratar en este blog sobre René-Nicolás Dufriche, barón Desgenettes. Todavía queda mucho por contar de él. De momento, volvemos al retrato que pintó Antoine François Callet, cuya fecha exacta de realización no conocemos; pero que muestra a Desgenettes, cuando tenía 36 o 37 años de edad, con su uniforme de médico jefe del Ejército de Napoleón en Egipto, destacando sobre el pecho el símbolo de la profesión: la serpiente enrollada sobre el bastón de Esculapio. Al fondo, las pirámides de Giza y hasta tres esbeltas palmeras.

 

Referencia bibliográfica

(1) FRANCESCHI, Michel (2006): «Bonaparte en Egipto o la sublime vacilación de la historia». Instituto Napoleónico México-Francia. [Disponible en: http://inmf.org/efranegypte.htm; consultado el 6 de febrero de 2012].

 

*Aunque no trate precisamente sobre Desgenettes, me ha parecido interesante adjuntar el enlace a una curiosa publicación, del año 1941, sobre «Napoleón y sus médicos», que he encontrado en la revisión de esta entrada. Se puede leer pulsando sobre ACTAS CIBA.

 

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