Cuando murió Marie François Xavier Bichat (1771-1802) tenía sólo 31 años de edad. Pero, a pesar de su juventud, era ya una de las principales figuras de le medicina francesa de la Ilustración –la más avanzada de la época-, exponente máximo del pensamiento vitalista en medicina, y creador de la mentalidad anatomoclínica (la que llegaría a España poco tiempo después, a través de Francisco Javier Laso de la Vega y el Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz); una de las tres mentalidades (junto a la fisiopatológica y la etiológica) sobre las que se sustenta, según Laín Entralgo, la estructura de la patología y de la clínica contemporáneas. La mentalidad anatomoclínica surge en 1801 –como señala José Luis Fresquet- al afirmar Bichat “…que la medicina alcanzaría rigurosidad científica cuando se estableciera una relación cierta entre la observación clínica de los enfermos y las lesiones anatómicas que la autopsia descubre después de la muerte.”[1]
Existen diversas versiones sobre las causas de la muerte de Bichat. Hay quien la vincula con una supuesta punción accidental que habría sufrido mientras realizaba alguna de las innumerables disecciones y vivisecciones que practicó a lo largo de su vida. Cuenta Nicolas Dobo que siendo todavía un niño ya diseccionaba gatos y acompañaba a su padre, que también era médico, cuando debía llevar a cabo una autopsia. Luego, en su ejercicio profesional, ya fuera con su maestro Desault, como cirujano en el Hôtel Dieu, o como docente en la escuela anatómica privada que creó, no paró jamás de hacer disecciones; hasta tal punto que –según apuntan varios autores- sólo en el último invierno de su vida disecó cerca de seiscientos cadáveres. Y eso que dicha actividad llegaría a causarle serios disgustos; al menos, en aquella ocasión en la que fue detenido junto a dos de sus colaboradores tras ser sorprendidos por la policía en posesión de seis cadáveres que se habían llevado del cementerio.[2] Sin embargo, lo más probable es que la temprana muerte de Bichat se debiera a la tuberculosis, “la plaga blanca”, que llegaría a alcanzar durante el siglo XIX sus más elevadas tasas de morbilidad y mortalidad. Una enfermedad para la cual, en tiempos de Bichat, no había tratamiento, ni se conocían con certeza sus mecanismos de transmisión: ni siquiera existía el vocablo “tuberculosis”.
A pesar de su enfermedad, el joven médico no paraba de trabajar día y noche: el hospital, las clases, las autopsias… Entre 1800 y 1802 llegó a publicar parte de sus principales obras: el Traité des membranes en général et diverses membranes en particulier (1800); las Recherches physiologiques sur la vie et la mort (1800); la Anatomie générale, appliquée à la physiologie et à la médecine, en 2 volúmenes (1801); y algunos de los 5 volúmenes de su Traité d’anatomie descriptive (1801-1803). Últimamente se le veía cansado, agotado, consumido por el trabajo y la enfermedad… Todo indica que llegó a padecer una de las complicaciones menos frecuentes de la tuberculosis pulmonar, la meningitis, que un día le hizo perder el conocimiento y caer por las escaleras del hospital. Nunca se recuperó, falleciendo poco tiempo después, el 22 de julio de 1802.
Louis Hersent (1777-1860), un pintor que destacó, sobre todo, en tiempos de la Restauración francesa, representó la muerte de Bichat en el cuadro que ilustra estas páginas, y que se encuentra en el Museo de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad París V, René Descartes. A la tenue luz de una vela situada sobre una mesa auxiliar –en la que también hay una jarra para el agua, algunos paños, un bol para el ligero alimento que se le ha querido dar y un frasco de jarabe, un calmante, quizás, o un antipirético- en el centro de una gran habitación que, más que un dormitorio, parece una biblioteca por las enormes estanterías repletas de libros que aparecen al fondo, vemos a Bichat encendido por la fiebre, sudoroso, demacrado, agonizando en la cama. Bichat no tenía familia, había entregado su vida entera a la medicina. Le acompañan, sólo, dos de sus discípulos, que eran a la vez sus amigos, los doctores Pierre Jean Baptiste Esparron (1776-1818), del que sólo sabemos que, en 1803, publicó un Essai sur les ages de l’homme, y el más conocido Philibert Joseph Roux (1780-1854), considerado como uno de los pioneros de la cirugía plástica. Uno le toma la mano, con afecto, mientras le aplica un lienzo en la frente para enjugar el sudor o aliviar el dolor. El otro le observa apesadumbrado.

rodeado por sus amigos, los doctores Esparron y Roux.
París. Museo de Historia de la Medicina. Universidad de París V René Descartes
Referencias bibliográficas
[1]FRESQUET, José L. (2000): “François Xavier Bichat (1771-1802)”. Historia de la Medicina – Biografías. [Disponible en: http://www.historiadelamedicina.org/bichat.html; consultado el 3 de marzo de 2020].
[2]DOBO, Nicolas (s.f.): “Xavier Bichat (1771-1802). La vie fulgurante d’un génie”. Resumen de: DOBO, Nicolas y ROLE, André (1989): Bichat. La vie fulgurante d’un génie. París, Perrin. [Disponible en: http://www.bium.univ-paris5.fr/histmed/medica/bichat/bichat02.htm; consultado el 4 de marzo de 2020].
Una versión anterior de este artículo fue publicado en la revista Medicina Gaditana, del Excmo. Colegio Oficial de Médicos de Cádiz.