A Sir Lawrence Alma-Tadema se le conoce principalmente por sus «pinturas de toga», donde recrea con su peculiar visión romántica la vida de la antigua Roma. Menos conocidos son sus retratos, la mayoría de familiares o amigos íntimos. Uno de esos retratos es el del Dr. Washington Epps, a quien llama «mi amigo», pero que también era su cuñado, hermano de Laura, su segunda esposa, con la que contrajo matrimonio en 1871, dos años después de haber quedado viudo y con dos hijas.(1)

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En el retrato se muestra al Dr. Epps tomando el pulso de su paciente. Del paciente o de la paciente poco se ve: sólo parte de sus pálidas y demacradas manos -que algunos comentaristas atribuyen al estado terminal en que podría encontrarse- sobre el blanco intenso de las sábanas. Nuestra atención se centra en las manos del médico: con la mano izquierda toma el pulso a la vez que aporta calor humano al ser que sufre, mientras con la derecha sostiene el reloj que sirve para contar los latidos cardíacos, símbolo quizás de la vida que inevitablemente se acaba. Es posible que el doctor no pueda curar a esa persona, ni siquiera aliviar su dolor, pero el contacto físico de la mano del médico con la de su paciente sirve, sin duda, para transmitirle consuelo… Y consolar también es misión del médico.